domingo, 18 de marzo de 2012

Vientos del Oeste

-Lady Kersner, estamos sobrevolando ya el Muro- Dijo la recia voz de Richardson que salía del altavoz del camarote de la aristócrata. Como era de esperar, el cálculo se había hecho correctamente, ningún görn de la compañía erraba en sus cálculos de rutas aéreas, pero Billburn era, si cabe, todavía más eficiente que el resto de aeronautas que la compañía contrataba.

El Muro de Fuego impresionó a Lady Kersner, había leído desde muy joven todos los diarios de los primeros exploradores aeronautas de la compañía Bugg, pero jamás lo había podido ver con sus propios ojos. Había visto fotografías y pinturas, incluso representaciones mágicas en el museo de Westeryn en la capital cuando todavía la magia no se consideraba maligna. Pero esto era muy distinto, ella se aferró a la baranda del camarote de proa y sintió un escalofrío, seguido de un leve cosquilleo en el estómago. Era realmente sobrecogedor, las llamas emergían sobre las espesas nubes negras, le costaba trabajo creer que hace poco más de un siglo todo aquello era solo fuego, que no había volcanes ni lava derramándose hacia el mar.

El aerobuque no había venido hasta aquí siguiendo una ruta especial y peligrosa simplemente para que la mayor accionista de la compañía de transportes Kersner & Philips viera el mayor y más característico paisaje del mundo. Habían acudido aquí porque los resultados de los experimentos YHM eran determinantes, la radiación mágica del lugar en ese punto concreto era tan alta que los cristales gravitatorios que han perdido su carga, volvían a funcionar rápidamente y se volvían tan potentes como si hubieran sido tallados y cargados de nuevo.

-Lady Kersner, estamos listos para hacer la primera prueba- Dijo el joven ghobb que había diseñado y calibrado la maquinaria para el experimento. Ella al escuchar la voz del ghobb, salió de su ensimismamiento y asintió, a la vez que miraba su reloj de bolsillo. En la bodega se encontraban todos, Ghanner, Sahalyam, Petzzon y Richardson, que pese a no saber absolutamente nada sobre iradiación mágica llevaba demasiado tiempo a bordo como para perderse el final del polémico y costoso experimento. Allí abajo hacía mucho calor, los tubos de cobre unidos a un mecanismo con centelleantes válvulas estaban cubiertos con una fina capa de porcelana en su base. En el centro de la bodega había unos soportes en forma de trípode que levantaban del suelo cinco enormes esferas de cristal YHM que a su vez estaban conectadas a unos gruesos cables de cobre que se perdían entre la maquinaria distribuida por la cabina de carga.

La señora tras revisar el panel de moderna tecnología élfica, activó la máquina moviendo una palanca. En el exterior del aerobuque se extendieron unos enormes brazos mecánicos similares a las alas de un dragón, la membrana que las unía hecha de una fina tela tejida con hilo de cobre, empezó a brillar con un leve resplandor azulado que poco a poco iba ganando intensidad. En pocos segundos los orbes de cristal gravitatorio empezaron a brillar con fuerza, la energía de la radiación estaba siendo conducida a través de los cables hacia ellos. Lady Kersner sonrió, pese a querer mantener oculto su sentimiento de júbilo. No supo muy bien que anotar en el cuaderno de su experimento pero estaba claro que debía empezar a pensar en cómo iba a mostrar estos resultados ante sus accionistas, ya que el ministerio antimagia considerará esto como acto ilegal o quizá terrorismo, a decir verdad Kersner no tenía demasiadas esperanzas en este proyecto.

Tras las revisiones pertinentes, el equipo comprobó que los YHM levitaban correctamente y que además, regulando las ruedas de potencia podían ajustar la altura a la que gravitaban de las planchas de plomo con las que simulaban un suelo terrestre. El equipo andaba de aquí a allá anotando lecturas y comprobando la temperatura de los conectores de cobre cuando de repente algo golpeó el casco con la suficiente fuerza como para desestabilizar las válvulas y crear un pequeño incendio en la bodega. El capitán activó la alarma y ordenó a sus dos artilleros que se dirigieran hacia las torretas defensivas. Harrsen y Kaddann eran dos görn entrenados en la West Fargo, años antes de la entrada en servicio de todas sus unidades al nuevo gobierno de Ansalance. Lady Kersner confiaba en ellos tanto como en su personal de seguridad privado, del que se servía en Puerto Sur, sabía que no dudarían ni un segundo, si su muerte podía servir para salvar vidas la darían sin pensarlo dos veces, ese pensamiento la tranquilizó.

Los görn, tras ajustarse los cinturones del asiento giratorio de la torre de artillería y ponerse las gafas protectoras de sol, abrieron los paneles de sus respectivos cañones para abatir con presteza a aquello que había golpeado el aerobuque. El incendio de la bodega se propagó hacia los paneles que protegían los cristales YHM que mantenían la nave a flote, los miembros del equipo seguían las órdenes de Ghanner que enfocaba la manguera de un extintor hacia las llamas que engullían el panel frontal, sabía mejor que nadie que si los cristales se sobrecalentaban podían apagarse, lo cual significaría un trágico final para todos, puesto que el aerobuque no disponía de alas que le permitieran un aterrizaje de emergencia. Kersner corrió hacia el puente demando, intentando ver que es lo que estaba pasando, pero allí solo encontró caos y a un capitán semielfo manejando los mandos concentrado exclusivamente en los indicadores de presión.

En el exterior las balas centelleantes cruzaban el aire intentando derribar a un enemigo rápido y letal. Harrsen gritaba tan fuerte que lograba acoplar la radio, Kaddan no podía escuchar nada, solo podía intuir que en estribor Harrsen había localizado al enemigo. Eran tres aeronaves monoplaza, metálicas y ruidosas, que habían logrado herir el aerobuque. Podían distinguirse las tres dagas negras de los Makalee, una famosa flota de piratas aéreos del norte del Viejo Mundo. Harrsen continuó disparando logrando impactar en la cola de uno de los monoplaza, poco antes de verlo explotar vió algo que le preocupó realmente, un galeón aéreo, que seguramente había logrado acoplarse desde arriba, pronto empezaría el abordaje... Lo que le hacía pensar que el combate no estaba destinado a derribarles, sino más bien a inmovilizarles.

Minutos después Kersner se encontraba en el puente de mando, a un palmo de su rostro tenía el cañón de una extraña arma de tres cañones, empuñada por un alto y robusto hombre de brazos tatuados con motivos tribales, probablemente perteneciente a alguna familia yurita. No hubo resistencia, los Makalee habían logrado una buena pieza ese día, no dejarían testigos. Kersner sabía como iba a acabar eso, le temblaban las manos y el corazón lograba bombear con tanta fuerza que podría haber estallado en cualquier momento, pero no lo hizo. Kersner dio un paso adelante y dijo: -Rindo este aerobuque, respeten nuestras vidas y habrán ganado una valiosa ingeniera para su flota, señores Makalee-

2 comentarios:

  1. Mola esta manera de ir presentando el peculiar sabor de zhenoghaia, tengo ganas de leer más! :)

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  2. Pero como os gusta ponernos los dientes largos granujas! Coged mi dinero y dadme ya mi ejemplar del juego!

    * Selenio tira su cartera a la pantalla.

    XD

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